"Yo nunca iba a médico ni nada, me dediqué a trabajar nomás. Yo veía como al cruzar la calle me tocaban la bocina y yo no la sentía, gracias a Dios nomás no me atropellaron. Es un gran alivio para mí, porque en realidad yo no escuchaba nada de nada".
Esta es la contundente declaración de doña Norma González (62), vecina de la comuna de Cerro Navia en la región Metropolitana y también una de las cientos de usuarias que se han atendido en el Centro Auditivo IRV ubicado en Providencia. Doña Norma pasó toda su vida atenida a su consigna trabajadora en desmedro de su salud, en este caso, auditiva.
Y su situación no fue menor. Hablamos de una hipoacusia (pérdida de audición) moderada en el oído derecho y severa en el izquierdo. Actualmente, ella se desempeña realizando aseo en un domicilio particular, pero estuvo en el sector de construcciones por mucho tiempo y fue hace como unos 5 años que recién comenzó a notar su problema auditivo.
"Porque yo siempre trabajé en las construcciones, donde hay bulla. Usted sabe que en las construcciones se mete martillazo, taladro, todo lo que implica bulla. Pero aún así usaba esos cotonitos que te pasan, pero no era tan efectivo eso. Igual escuchaba la bulla. Yo pienso que puede haber sido eso y lo otro, que también a mí me dio vértigo, como 3 veces. Pero eso fue tiempo atrás", rememora doña Norma.
A continuación, agrega: "En realidad, yo no lo tomé así tan en serio, fui a médico y todo, me dijeron que tenía el colesterol muy alto y todo el cuento. Pero yo lo asimilé a eso. Que quedé sorda por los vértigos que me daban en el oído medio. Yo en el trabajo donde estuve que duré casi 3 años, entré en el año 2016, me salió largo ese trabajo, hablé con la segurito, y me dijo que era normal, y yo le dije que me mandara a la fonoaudióloga, algo del trabajo, pero nunca me pescaron. No me hizo caso", termina por concluir duramente Norma.
Ella nos cuenta que durante el 2017 asistió a un centro médico luego de esperar una atención en el sistema público. En este, le realizaron un lavado y posteriormente una audiometría que arrojó que en su oído izquierdo ya no había solución si no se cuidaba: "No lo tomé en serio la cosa. Pero después, cuando vi que la cosa se me puso fea, cuando iba a cruzar la calle y no escuchaba los sonidos, ahí me dio miedo de verdad", apunta.
Pero el tema no terminaba ahí, porque los precios de los audífonos recetados superaban los 500 mil pesos, e incluso llegaban hasta el millón, llevando a Norma a decir: “de dónde voy a sacar tanta plata para comprarme un audífono”. Como era de esperarse, doña Norma no pudo realizar nada por su salud auditiva hasta el año pasado 2021, "Porque el año pasado fui al IRV a la fonoaudióloga y ahí me hicieron todo".
UNA AYUDA COLECTIVA PARA RECUPERAR SU AUDICIÓN
"Lo que pasa es que yo hice una rifa y le donaron todos los premios la Iglesia, porque yo soy evangélica. Ahí, mi hermano y hermana me ayudaron regalándome todos los premios. Más encima estaba sin trabajo por el tema de la pandemia, me echaron del trabajo por ese tema", expresa ella.
Entonces, según explica, al realizar la rifa, habló con su pastor, le dieron permiso y así, entre todos, la ayudaron para recaudar el dinero suficiente para comprarse el audífono.
Sin embargo, durante todo ese tiempo de espera una prima la ayudó. De hecho, ella fue quien llevó a Norma al IRV. Doña Norma dice que preguntaron la dirección y todo salió expedito: "Me hicieron la audiometría y todo. Yo le agradezco harto a ella (Scarlett), porque es un amor ella. De verdad. Bueno, ahora ando con mis dos audífonos, uno en cada oreja. De primera me lo ponía solo en el derecho pero igual no escuchaba y era que faltaba el otro. Ahora escucho bien", expresa respecto de la atención del Centro Auditivo IRV.
"Echaba de menos escuchar bien -continúa Doña Norma-, es otra cosa. En realidad, el sentirse así, estaba muy bajoneada. Tenía ganas de volver a escuchar, porque yo voy a la Iglesia y yo no escuchaba nada de la Palabra, nada.
Tal y como se ha abordado en otras columnas en el IRV, la pérdida de audición sostenida en el tiempo suele acarrear sentimientos negativos debido a la incapacidad de una comunicación efectiva, llevando incluso a tener sensación de aislamiento. Cuando le preguntamos a Noma sobre este aspecto emocional su respuesta refleja sorpresa y miedo:
- ¿Cómo llevó esto emocionalmente?
- Mal, me sentía como….En realidad, me daba rabia porque no escuchaba. Me sentía mal porque todos me decían “cómo no vai a escuchar”, “cómo vai a estar sorda”. Yo nunca pensé llegar a esto, nunca, nunca. Me sentía como media acomplejada, pésimo. Porque yo pensaba que la gente no me entendía, pero bueno, después tuve que enfrentarme a la realidad nomás.
- ¿Le daba miedo ir a verse los oídos?
- Sí, me daba pánico. Yo a este centro médico que comenté fui dos veces a hacerme la limpieza de los oídos. La primera vez me atendieron súper bien, la segunda vez el doctor que me tocó esa vez me limpió el oído con unas pinzas y me hizo sufrir mucho, lo encontré como muy sanguinario al doctor. Me sacó las cerillas que supuestamente estaban duras. Yo todos los días me limpiaba los oídos. No sé qué me agarró, pero me hizo sufrir mucho. Yo le agarré las manos al doctor. Así que no me gustó.
UNA NUEVA VIDA SIN EXCUSAS
Doña Norma señala que el IRV la ayudó bastante en su tema auditivo: "Mire, yo estoy muy, muy contenta con haber llegado ahí. Muy satisfecha de la atención, la doctora muy tierna, muy de piel, la secretaria igual. Bueno, yo quedé fascinada. Nada que ver con la atención que me dieron en la clínica que le decía".
Según nos da a entender, el comienzo de su tratamiento fue óptimo, conversó bastante con la fonoaudióloga, quien le limpiaba el audífono: "Todo bien, nada que decir. Incluso a todo el mundo le he dado la dirección para que vaya. He mandado a dos personas. Y ahora me está pidiendo una hermana de la Iglesia. También me dicen lo mismo, que muy buena la atención y muy tierna la doctora, es muy tierna ella, es un amor, eso le dije a mi gente".
Asimismo, indica que uno de los principales beneficios ahora que tiene una correcta audición con sus audífonos para sordera es que se siente realizada y no puede excusarse en que no escucha nada, "puedo andar libremente por la calle sin el miedo de que me pueda pasar algo", comenta.
"Echaba de menos escuchar bien -continúa Doña Norma-, es otra cosa. En realidad, el sentirse así, estaba muy bajoneada. Tenía ganas de volver a escuchar, porque yo voy a la Iglesia y yo no escuchaba nada de la Palabra, nada. Me sentía mal porque para mí era quedar en la nada misma. No escuchaba la tele, la ponía a todo chancho".
Con todo, ella asegura que no le costó adaptarse al audífono, pese a que el orificio de su oreja sea un poco más pequeño de lo habitual y le causara un dolor. Sin embargo, ella dice que es "cosa de costumbre". Doña Norma se despide con el siguiente mensaje: “Yo les doy muchas gracias porque los audífonos para mí son muy buenos, de calidad y no he tenido ningún problema. Los controles me los han hecho súper bien. Me siento realizada en el tema los audífonos, es una buena institución. Los audífonos súper buenos”.
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