"Estoy amparado en la constitución en la ley del ocio", dice Jorge Adriazola (66), mientras suelta una breve risa de satisfacción para posteriormente agregar: "Estoy pensionado". Actual vecino de Quilpué, Adriazola hace al menos 5 años que trata su pérdida de audición en el centro auditivo del IRV ubicado en Valparaíso. Un operativo de esta institución en el que se entregaban audífonos llamó su atención y fue su primer acercamiento. Desde esa fecha hasta ahora no ha dejado de atender sus oídos con la mencionada ONG.
Los últimos 7 años de su vida laboral los pasó trabajando en Maletas Chile que, según explica, "es el representante de HEAD". Todo hasta que la pandemia lo dejó sin ocupación. Recuerda que en particular en este rubro había mucho ruido pero que cuando se desempeñaba allí, su pérdida de audición ya había comenzado.
"Bueno, yo tuve problemas desde niño en los oídos por otitis y nunca fui tratado. Por supuesto que en esos tiempos no había situación como para tratarlo como con un médico, así que mi problema de oído ha sido de siempre", apunta don Jorge.
Fue justamente en este lugar de trabajo donde, según cuenta, su problema para escuchar se comenzó a agravar: "...se agudizó porque todos los otros trabajos que tuve fueron de oficina, entonces no había ruido ambiental ni ninguna cosa. Llegando a Maletas Chile como te digo, ahí había mucho ruido y como te digo se me agudizó el problema", recuerda Adriazola.
"ME EMPECÉ A DISTANCIAR DE LA GENTE"
Jorge, al igual que otras muchas personas con pérdida auditiva, relata que al tiempo de estar en esta condición, comenzó a experimentar una especie de sensación de soledad. Básicamente, como se ha abordado en notas pasadas del IRV, esto se debe a que el individuo se ve impedido para mantener o sostener una conversación fluidamente. A la larga, esta situación desgasta anímicamente, y no solo al que se encuentra con discapacidad sino también para sus interlocutores, quienes en muchas ocasiones -por desconocimiento o impaciencia- tienden a cortar la comunicación.
Adriazola, expresa que una de las principales consecuencias fue: "una de las cosas más notorias es que me empecé a distanciar de la gente, a aislar, porque si había algún grupo de personas hablando no le entendía a ninguno. Yo, de hecho, me tenía que concentrar en uno solo que iba conversando para poder escuchar bien, porque si no escuchaba puro ruido nomás. Entonces me tendía a distanciar, a alejar".
"Cuando trabajaba -continúa Jorge- tenía que hacer este mismo ejercicio para poder escuchar, porque de repente nos juntábamos hartos en la bodega a dar instrucciones de trabajo para el día y ahí yo estaba perdido, le tenía que pedir a algún compañero qué era lo que había pasado o lo que habían dicho. O me ponía cerca del que estaba hablando".
En resumen "en cualquier ocasión que tuviera que interactuar con alguien me creaba problemas, tenía que pedir que me hablaran un poco más fuerte".
"EMOCIONALMENTE, SÍ, FUE UNA LATA"
Emocionalmente para Jorge la pérdida auditiva fue un tema medianamente complejo, atenuado más que nada por la imposibilidad de conversar correctamente con su familia y no tanto por trámites cotidianos. La verdad es que él vive solo en su casa hace más de 4 años y lo que más lamentaba era no poder sentirse incluido en panoramas con sus hijos y nietos.
"Entonces, digamos que no es que me haya costado tanto hacer eso. Lo que intento decir es que no interactúo tanto con personas a lo largo de la semana. Vivo solo, pero tengo familia. Tengo hijos, tengo nietos, tengo de todo", explica Adriazola.
"Pero esas reuniones que yo organicé muchas veces de juntar a la familia, llevarlos a pasear, a cualquier parte, bueno, yo igual me tendía a aislar un poco, o a veces participaba pero no escuchaba lo que hablaban. Emocionalmente, sí, fue una lata", recuerda.
DON JORGE ESTÁ "AGRADECIDO DEL IRV"
Jorge hace unos 5 años se enteró, a través de redes sociales, de que el IRV iba a realizar un operativo de donaciones de audífonos. Desde esa fecha hasta hoy, nunca ha dejado de atenderse en la ONG. Aunque habría que señalar que renovó sus prótesis auditivas y ya va en su segundo par.
"Puedo escuchar bien, puedo conversar normal. Me ha ayudado harto. Escucho a la gente cuando me habla, porque también la pandemia me había traído el problema, de la payasada esta de la mascarilla", dice Jorge, refiriéndose a que las mascarillas impiden la lectura de labios y dificultan la audición de las palabras para las personas con pérdida auditiva.
"...Entonces al ir a un banco y que haya un vidrio y que la mascarilla o la cosa plástica, me creaba hartos problemas, pero con los audífonos ahora es mucho menos", afirma Adriazola.
Finalmente, Jorge expresa que está "agradecido del IRV" y que ha recomendado "gente para que vaya", puesto que ha recibido una excelente atención, al igual que decenas de usuarios, sobre todo, adultos mayores que se han atendido en el IRV.
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