"Yo soy dueña de casa. Vivo con mi marido y también es adulto mayor, está jubilado pero realmente no nos alcanza, entonces él aunque está jubilado igual trabaja", cuenta Mónica Blanco Valdés (71), vecina de la comuna de Curacaví, donde vive cerca de la Cuesta Barriga. Ella tiene una hipoacusia sensorioneural en ambos oídos pero es leve.
Hace aproximadamente 3 meses se comenzó a tratar en el Centro Auditivo IRV Providencia, donde adquirió un audífono para sordera. Sin embargo, este no fue el comienzo de su tratamiento porque tuvo que esperar infructuosamente alrededor de 4 años que un hospital en la región Metropolitana le entregara una solución, una que nunca llegó por lo que asistió a un médico particular por FONASA para obtener algunos exámenes clave, como la audiometría.
Posteriormente, "Ahí me mandaron a que tenía que usar audífonos por la hipoacusia, pero lo que más me a mí me molestaba era ese zumbido que yo tengo constantemente en el oído, como si tuviera algo que martillara o un pito, tinnitus. Por eso llegué a ustedes, vi sus servicios, consulté y pucha, qué quiere que le diga, quedé encantada, todo súper rápido y acorde al presupuesto mío. Yo no me había podido comprar los audífonos particulares porque son carísimos", termina por explicar Blanco.
EL INICIO DEL PROBLEMA
La pérdida de audición de doña Mónica empezó hace 4 años bajo una condición que le resultaba llamativa: "Es como extraña la situación, porque yo escucho, pero no entiendo lo que me hablan", explica ella. Y agrega: "Entonces constantemente tengo que preguntar ´qué dijo´ y obviamente esto se presta para burlas, tallas, para que me digan: ´abuelita, póngase el audífono´, qué sé yo. En un comienzo lo tomé como chiste pero ya después te empieza a molestar".
Las molestias por no alcanzar un buen rango de audición pasaron a otros ámbitos de su vida, por ejemplo, en sus trámites: "A parte de eso que cuando tú vas a hacer algún trámite ya sea médico, al banco o a una tienda, hay gente que habla muy bajito y uno tiene que pedir que le repitan y a veces decirle 2 o 3 veces a la gente se molesta y uno se siente incómoda. Entonces eso fue lo que me llevó a buscar esta ayuda", cuenta Mónica.
Como se ha contado en otras oportunidades, un escenario que suele ser un indicador de problemas en la audición es extremadamente cotidiano: ver la televisión acompañado. La disputa se genera por la intensidad del volumen, cuando por un lado la persona con hipoacusia reclama no oír y por el contrario, su acompañante replica escuchar perfectamente. Este fue el caso de Mónica:
- ¿Cómo se dio cuenta de su pérdida de audición?
- Una porque preguntaba “qué dijiste” ¡ah! Y lo otro por la tele, con mi marido discutíamos mucho porque almorzábamos viendo la tele y yo la ponía muy fuerte; a él le molesta porque tiene buena audición, entonces le bajaba a la tele y yo me enojaba y me iba, lo dejaba solo. O si la poníamos a un nivel bajo de repente yo decía a cada rato ´qué dijo´, entonces eso al final a la otra persona le va agotando. Él es mi principal red de apoyo.
CONSECUENCIAS Y LIMITACIONES
Gracias al audífono doña Mónica ha recuperado en gran medida su audición, teniendo como único obstáculo que aún le cuesta entender lo que escucha, aunque dice que ya le ocurre menos: "Poco, ya no tanto como antes, como estoy recién usándolo y aparte como me picaba el oído yo empecé a rascarme y me lo rompí, pero por fuera, entonces yo dije que no iba a usar el audífono hasta que se me sanara. Y la fonoaudióloga me explicó que tenía que ponerle un poquito de vaselina a la gomita y que era común que picara", señala ella.
De todas formas, una de los aspectos que mayor desagrado y frustración causó en ella fue la dificultad para comunicarse. Según indica, esta situación se origina porque hay personas que hablan a bajo volumen, de hecho, ella tiene una nieta que tuvo una pérdida total de audición en un oído, por lo que su voz es baja. Esto ha generado que para Mónica conversar con su nieta sea complicado, aunque ahora el audífono está revirtiéndolo.
Es tanto así, que su no uso puede conllevar serias dificultades en emergencias: "El otro día salí de urgencias de aquí porque mi hermana salió a la posta grave y yo ya no podía hablar y me dio las indicaciones para que se las diera al médico y yo no le entendía ni a ella, por las condiciones en que estaba, y tampoco entendía lo que me hablaba el médico".
"Fue terrible ese día -continúa doña Mónica-. Le expliqué yo al doctor ahí en la posta que había salido apurada y que no me había puesto el audífono para que me hablara más fuerte y más calmado. En esa situación es muy incómodo porque no todo el mundo tiene la paciencia para entender estas cosas. O la gente anda apuradísima o tú vas a una oficina y no en todas partes te atienden bien, te responden mal o te tiran los papeles como ´¡ya lee ahí!´, una cosa así. Y peor ahora que ponen esas cosas plásticas o esos vidrios que hacen mucho más difícil la audición. Además la mascarilla".
Pese a este tipo de situaciones angustiantes y a la dificultad para comunicarse, el buen humor de doña Mónica se impone. Ella valora mucho más su salud y se adapta para que la utilización del audífono no le sea incómoda:
- ¿Ha visto su ánimo decaído o cómo lo ha llevado el tema de usar audífono?
- Para nada. Yo le he dicho a las niñas, si tengo que ponerme un aparato grande en la oreja me da exactamente lo mismo, con la edad que tengo me interesa poderme comunicar con la gente y entender lo que me dicen. Entonces para mí, lo veo chiquitito, prácticamente no se, yo tengo el pelo un poquito largo, como melena. Como que me complica un poquito porque aparte uso lentes porque soy muy corta de vista, entonces de repente lo paso a llevar o lo enredo, pero eso lo voy a aprender a manejar de a poco.
UNA SOLUCIÓN HUMANA Y ACCESIBLE
Comenzar el tratamiento fonoaudiológico al interior del IRV no le fue complicado a doña Mónica. Durante el primer mes tuvo cierta dificultad debido a que escuchaba su propia voz pero no podía entender bien a las otras personas. En febrero 2022 tendrá su segundo control post entrega de audífono en el centro auditivo IRV de Providencia, donde asegura que fue atendida por una profesional muy atenta y amable, quien le enseñó a limpiarlo, mantenerlo y los cuidados generales, esto con "toda la paciencia del mundo".
"Las horas me parece que las dan así como para ir atendiendo de una persona. Entonces no es un consultorio u oficina que esté llena, que está la presión que tienen que atender a otra persona de atrás, no. Excelente la atención con la fonoaudióloga. De hecho, yo llevaba varios exámenes que me había hecho particular y ella nuevamente me hizo una audiometría. Yo la quedé mirando y dije ´chuta, a lo mejor esto me lo van a cobrar particular´. En este momento no llevaba mucho dinero y me dijo la niña que no me preocupara. No tiene costo", comenta ella respecto de su experiencia de atención.
Como si esto fuera poco, el mayor beneficio que percibió Mónica es respecto a su capacidad comunicativa, pues hoy en día sí puede conversar y entender mejor. Lo que ella piensa respecto a esto es que es "terrible no poderse comunicar", o bien, no escuchar a la gente hablar alrededor sin entender lo que dicen. "De repente escuchas a la gente reírse y no sabes si están hablando de ti o de otra cosa. Es incómodo", va explicando ella.
Con todo, la señora Blanco concluye que el IRV la ayudó "bastante". Dice estar muy conforme y contenta y que incluso "se lo estoy recomendando a mi hermana que también tiene una pérdida auditiva, pero que es mayor aunque es más joven que yo". El tema de su hermana es que trabaja en una farmacia y tiene un hijo que estudia en la universidad, por lo que se ve un poco limitada en la compra de audífonos. En este sentido, doña Mónica resalta que los precios del IRV son accesibles
Ella expresa: "A mí me ayudó bastante porque los precios eran accesibles. Yo tengo una pensión de 170 mil pesos y mi marido tiene lo mismo. Entonces usted comprenderá que cuáles son los gastos y los viejos vivimos enfermos. Hay muchas cosas que el consultorio a usted no se la puede dar, exámenes que uno tiene que hacérselos obligatoriamente de forma particular y también tiene que llevar una alimentación, pagar luz, agua, gas y uno no percibe otro tipo de ayuda. Yo eso lo pude pagar. Menos mal me dieron un IFE", dice mientras se ríe.
Mónica Blanco recomienda el IRV: "De hecho, lo he comentado y le he dicho a varias que vayan, que es gratis, no cobran nada. Les van a hacer una audiometría y les va a decir si necesita un audífono o su problema es otro, qué sé yo. Yo lo recomiendo a ojos cerrados".
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